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Múltiples facetas de una idea que bebía de la electroacústica, del free jazz y del rock, y que se articuló a través del sampler.
Con la muerte ayer, 19 de octubre, de Joan Saura, la escena de la improvisación y la música experimental catalana pierde no solo a uno de sus pioneros, activo desde los años setenta, sino a uno de sus representantes más humanos, sinceros y cálidos. Joan formó parte de esa generación que, por su contexto político y momento histórico, tuvo que inventar desde cero un lenguaje musical propio (lo que se conoció como la ona laietana) que sirvió durante la Transición para llenar un enorme hueco en la identidad de los jóvenes experimentadores barceloneses.
Y ese ejercicio de fusión salvaje, de rompecabezas cultural marginal y militante, marcó profundamente la personalidad musical de un Saura que, ya fuera de los hoy míticos BLAY TRITONO, siguió apostando por la mezcla no solo de estilos, sino también de personas. En su trabajo con Agustí Fernández, LA ORQUESTRA DEL CAOS, ARAKI (con Anna Subirana), Nuno Rebelo, TRIO LOCAL, RAMBLA, LES ANCIENS, KONIEC y tantas otras formaciones de vida efímera, Saura desarrolló múltiples facetas de una idea que bebía de la electroacústica, del free jazz y del rock, y que se articuló a menudo a través del sampler: el vehículo perfecto para esa visión polimórfica del mundo y de la música.
Por casualidades de la vida, durante unos meses tuve la extraña suerte de compartir ideas semanalmente con Joan, y su personalidad y ese brillante sentido del humor fueron una lección de humildad y de frescura, como lo fue una forma de entender la música que funcionaba como una esponja, absorbiendo cuanto más posible para luego filtrar lo que verdaderamente encajaba en su particular gramática. Hoy, Barcelona es un poco más pequeña.
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